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Gómez contra Sánchez, o el hundimiento del PSOE

La destitución de Tomás Gómez y de la ejecutiva de la Federación Socialista Madrileña es una nueva etapa en la desintegración del PSOE. Si nuestra generación vio como caía la URSS que hasta 1987 pareció inamovible, salvando distancias, ahora estamos pudiendo asistir el desplome interior del PSOE. A un partido que ya no era “obrero”, cuya estructura federal desdecía la “E” de español, que no era socialista sino socialdemócrata, solamente le quedaba la “P” y todo induce a pensar que logrará conservarla, al menos durante unos meses, solo que con minúscula: “partido” como sinónimo de fraccionado, fragmentado, desmembrado, despedazado, desmenuzado…

Gómez intentó utilizar la FSM como trampolín para configurarse como el “Rodríguez Zapatero bis”. Como él, intentó presentarse como un humanista y universalista pletórico de buenas intenciones, henchido de amor por las clases desfavorecidas, la inmigración y cualquier otro sufridor nato. El problema de Gómez es que tenía un pasado: había sido alcalde de Parla entre 1999 y 2008 y no había dejado allí una situación económicamente boyante.

La responsabilidad de la gestión municipal en Parla es íntegramente socialista. La lista socialista encabezada por Gómez en 2003 alcanzó un 75% de los votos, revalidados en las siguientes elecciones. Gómez fue el alcalde socialista más votado de toda España. Con ese aval intentó presentarse como candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Al fracasar, se concentró en la FSM. El primer percance para Gómez vino cuando en 2011, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló los presupuestos de Parla por no haber liquidado previamente los presupuestos de 2007 y 2008. Luego se supo que la deuda municipal ascendía a 221 millones de euros… cuyo agujero negro era el famoso tranvía cuyo coste había sido de 36 millones de euros por cada kilómetro. La infraestructura que debía de haber costado 108 millones, alcanzó la espeluznante cifra de 256 millones, situando al ayuntamiento de Parla en situación de quiebra.

No era algo que se desconociera desde 2010. En aquel momento, la información sobre el estropicio del tranvía no era muy importante: el voto de izquierda seguía fiel al PSOE y los casos de corrupción de la derecha parecían equilibrar a los de la izquierda. Pero cinco años después, la irrupción del fenómeno Podemos y la intolerancia creciente del electorado español hacia los casos de corrupción, han generado un escenario completamente nuevo.

Las reiteradas encuestas que han seguido a las elecciones europeas indican que tanto el PP como el PSOE se encuentran en pérdida de vigor, pero la situación de quiebra está, indudablemente, mucho más avanzada entre los socialistas.

La subida a la Secretaría General del PSOE de Pedro Sánchez no vino acompañada de una revitalización del partido, sino de un aumento de las tensiones internas y de una pérdida de espacio electoral en beneficio de Podemos. En esas circunstancias, uno de los recursos que los asesores de Sánchez le han recomendado, era insistir en la “honestidad” de la sigla. Y eso es lo que ha hecho: sabedor de que, tanto Podemos como el PP iban a atacar la lista electoral por Madrid a causa de la implicación de Gómez en el “affaire del tranvía”, ha decidido liquidarlo.

Esta crisis llega en un momento en el que Eduardo Madina, el candidato derrotado en el último congreso socialista, vuelve a la carga realizando una crítica a los primeros meses de mandato de Sánchez. En esta misma semana dos encuestas, del CIS y de la Cuatro, han situado al PSOE, por primera vez desde la Segunda República, en tercera posición, amenazado a pocos puntos por Ciudadanos. Mientras, en Cataluña, es posible que el PSC se encuentre ya situado en quinta o incluso secta posición (tras CiU, ERC, Ciutadans, Podemos, PP…) redimensionado a una simple contracción grupuscular.

Para colmo, los barones socialistas, al percibir la visible incapacidad de Sánchez para asumir la dirección del partido y encabezar una opción electoral que no terminara en catástrofe, han optado por conspirar para imponer a Susana Díaz como candidata… como si el socialismo andaluz fuera “artículo de exportación” al resto del Estado a la vista de sus niveles de corrupción y de los avances de la pobreza y el paro en aquella comunidad y al margen, por supuesto, de que los dos últimos presidentes de la Junta de Andalucía, Griñán y Chávez y sus entornos hayan terminado procesados en relación a la trama de los EREs.

No soplan buenos tiempos para el socialismo español y, como dice el viejo refrán, “al perro viejo todo se le antojan pulgas”. Como venimos diciendo desde hace meses, la crisis del PSOE no es coyuntural, sino estructural. Augura, además, la crisis del socialismo europeo que se podía presentir desde el inicio de la crisis económica de 2007 cuando, tras décadas de auspiciar la coexistencia entre capitalismo y socialismo, asumió la defensa de la banca y dio la espalda a la sociedad. En España, esto ocurrió cuando se encontraba al frente esa ilustre mediocridad que fue Zapatero; pero en toda Europa, el socialismo se ha visto extraordinariamente erosionado desde 2007. Hoy mismo, François Hollande es un cadáver político, similar al del laborismo británico.

A partir del 15-M, a la vista del desgaste del PSOE operado en el período Zapatero, del abandono de la mayor parte de militantes con prestigio social y técnico, era evidente que, Rubalcaba no era más que un gestor de transición entre el zapaterismo y lo que vendría después. Cuando se anunció la formación de Podemos, era evidente que parte del voto socialista terminaría decantándose en esa dirección (tal como anticipamos en nuestra obra Indignarse con los indignados. 15-M un fraude a la esperanza). Muy bien lo tendría que hacer el PSOE para conseguir mantener su cuota electoral.

Con la disolución de la Federación Socialista Madrileña y la creación de una gestora, con la lucha de Sánchez contra Gómez, el PSOE no da un paso más hacia el abismo: se sitúa en plena caída por el abismo. Con un PSC desintegrado, un PSOE-A que teme la erosión que le pueda ocasionar Podemos y que sabe que no va a poder pactar de nuevo con Izquierda Unida, solamente le faltaba al PSOE el hundimiento en la poderosa FSM, para desintegrarse.

Es probable que Gómez y la FSM decidan escindirse del partido después de un tiempo en situación de revuelta, paro atribuirse una posición más cómoda de cara a observar cómo se recompone la izquierda española, y poder maniobrar sin el lastre de la sigla PSOE.

Todos estos problemas situados a 100 días de las próximas elecciones municipales y autonómicas, no permiten el optimismo en filas socialistas. En las próximas semanas veremos abandonos, goteos hacia Podemos o hacia Ciudadanos, aumento en las tensiones interiores y desintegración final de la sigla.

Tal como está el PSOE en las actuales circunstancias hay que preguntarse si llegará a las elecciones de mayo. Es posible que lleguen a mayo, pero mucho más difícil les va a resultar sobrevivir a las elecciones de mayo.

Ernesto Milà